Quiero compartir una experiencia muy personal que viví en el año 2021 y que marcó un antes y un después en mi vida. Durante ese tiempo, comencé a experimentar una ansiedad tan intensa que llegó a limitarme por completo. Algo tan cotidiano como salir sola a la calle se volvió una tarea casi imposible.
Sentía un miedo irracional pero muy real: la idea de bajar de casa me generaba una angustia enorme. Pensaba constantemente que me podía marear en cualquier momento y, peor aún, que terminaría desmayándome sin que nadie me ayudara. Esa sensación se apoderaba de mí con tanta fuerza que empecé a evitar salir. Dejé de ir a sitios, cancelaba planes, y me refugiaba en casa porque sentía que solo ahí estaba a salvo.
Esta situación me aisló bastante. No era que no quisiera hacer cosas o ver gente, era que mi cuerpo y mi mente no me dejaban. Vivía con una sensación constante de amenaza, como si algo malo fuera a pasar en cualquier momento, incluso sin una razón concreta. Lo más difícil era que, desde fuera, muchas personas no lo entendían. Escuchaba frases como “tranquilízate”, “no pienses en eso”, o “tienes que salir, te va a venir bien”, sin saber que lo que yo necesitaba en ese momento era comprensión, no presión.
Con el tiempo entendí que lo que estaba viviendo no era raro ni algo de lo que debía sentirme culpable. Lo que tenía era un tipo de ansiedad conocida como agorafobia, que no es solo “miedo a los espacios abiertos”, como muchas personas creen, sino el temor a estar en lugares o situaciones donde escapar podría ser difícil o donde no podría recibir ayuda si algo me pasara. Es una forma de ansiedad intensa que puede afectar gravemente la calidad de vida, pero que, con acompañamiento y trabajo personal, se puede empezar a superar.
Hoy, al mirar atrás, me doy cuenta de cuánto he avanzado. Aún estoy en el camino, pero ya no soy la misma persona que vivía con ese miedo paralizante. Y si comparto esto, no es solo para desahogarme, sino para que si tú estás pasando por algo parecido, sepas que no estás solo o sola, y que pedir ayuda no te hace débil, sino valiente.
